lunes, mayo 02, 2011

Ley del embudo


Siento la obligación confesional de decir que carezco de organización cuando me llega la inspiración es justo cuando todo el mundo suele venir a preguntarme cierta o tal cosa y mi pequeño de 4 años viene sin duda a solicitar atención, supongo que así es la vida y por eso decimos que la vida se va en un abrir y cerrar de ojos. Apenas uno le va agarrando el gusto a alguna actividad cuando ya hay que cambiar hasta de país.

En mi caso cambiamos de México a Francia, de Francia a Inglaterra y ahora de Inglaterra a México, ¿qué si nos afecta tales cambios?, ¡bah! esas son meras suposiciones peor se puede suponer estar solo sin ningún cambio aparente en la vida. Y digo aparente porque todos los días son diferentes pero no percibimos que tanto cambia nuestro mundo.

Y así transcurre la vida un poco a poco y un tanto y tanto como quisiéramos que regresaran esas faltas de respeto de antaño y el respeto mutuo ahora inexistente, que las dependencias, los cariños y los apegos. La verdad ya estoy cansada de tales cosas.

Cuando creo y eso lo puede discutir cualquiera que como yo no sea tan cruento y fuerte en reaccionar que el amor entre pareja se trata de una mutua dependencia, ¡carajo! eso ni que decir ahora con las modernidades en las que el placer propio es lo imperante. ¿Para qué los sacrificios? Si vine a ser feliz. Si cierto, felicidad no es sinónimo de hedonismo o narcisismo.
Todos podemos hacer lo que queremos y poco son comprensivos con ello, quisiera que fueras más delgada, quisiera que fueras más amoroso, quisiera tener un mejor empleo, es más en estos tiempos es quisiera tener un trabajo.

Incluso hay quienes utilizan la ley del embudo, si todos alguna vez también, lo más ancho para ellos y lo más cortito para los demás, desgraciadamente todos de alguna manera lo justificamos así.
Viene de la familia, viene de las debilidades humanas y viene hasta en las noticias y en las películas. ¿Cómo escapar a semejante cuestión? No hay salvación pues, lo único que nos da la esperanza es precisamente tener en nuestra vida la comprensión de una pareja o de una familia que nos ayuda y nos comprende y digo no en todo pero si en gran medida, por eso nos sentimos que tenemos razón de usar la ley del embudo (aunque siempre esta la mugrosa conciencia que acallamos por el día).

Repito no todos estamos fuera de esto, a veces damos culpabilidades a quien no las merece pero eso sí cuando se nos aplica lo mismo que somos para los demás, decimos: Ya no juego, tu eres lo que no quiero en la vida. Suele pasar.

En mis experiencias amargas y limonadas de la vida, puedo decir que muchas veces nos autodestruimos por esas observaciones que nos hacen, que si eres tal o cual y al final no quedas tu misma y lo que es peor te dicen, pero como no eres tu misma, no respetas mi individualidad, y es que esto suele pasar por las personas que están muy en sí mismas y tú queriendo emprender algo, no se dan permiso ni de sentir cariño ni nada, mucho hay en sí mismos que no es más que miedo.

Si incluso el miedo impide sentir, porque hay de miedos a miedos, de esos paralizantes que te hacen quedarte en un país esperando al príncipe azul (literal yo me he quedado 4 meses en Inglaterra esperando a William) hasta que me di cuenta que el príncipe de aquí es rojo, fue tarde que me di cuenta porque era el día de su boda y viéndolo bien por la TV, es un poco calvo y no quiso usar anillo, pero bueno Kate nuestra querida representante de las féminas modernas al menos decidió no decir que lo obedecerá. Menos mal porque eso habla de equilibrio.

Que bonito sería ver las cosas en armonía y ahora no terminan de estar bien. Algunos soñadores como yo perseguimos fantasías y muchas veces nos caemos, no importando las frustraciones o los tropezones en el camino, somos guerreros inmaduros para muchos y peleadores incansables con fe, que a veces parece que nos abandona.

Lo dicho no puedo dejar correr un pensamiento escrito cuando llega una interrupción. Hasta tiempo me dio de ir al baño. En fin, mientras tanto sólo puedo concluir que lo mejor de tu vida, me lo he llevado yo.

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